Ya nadie me leerá. Marché cuando cambié de vida, cuando la vida me cambió. Y me quedé sin nada que contar. Sigo sin nada que contar. He vuelto cuando menos tengo que decir, pero quizás la necesidad de gritarlo en algún lado se calme dejando caer aquí mis vacíos. El precio de sentirse fuerte, indestructible
“Entre la nada y la pena, elijo la pena” Eso pensaba yo también. Que no quería vacíos. Que pagaría el precio de sentir, fuera lo que fuera. Que no me importaría caminar al borde del abismo, incluso disfrutar de la caída si fuera necesario. Las noches en vela. Los mensajes en el aire en código secreto esperando a ser descifrados. Las miradas de no sé si debería. Las sonrisas de muérdeme la boca, sabiendo que no se atrevería. Los sueños locos donde en mi mente todo podría pasar y hasta tendría sentido.
“Entre la nada y la pena, elijo la pena”
Pero la nada ya me había elegido a mí