El chico de los ojos tremendamente azules ya no viene por aquí. Me miró, me dejó impactada y se esfumó. Me sorprendió mirándole, entre los huecos de las estanterías de libros, pero es que era la única manera de intentar ver sus ojos azules. Sonrojada por mi atrevimiento, volví a los apuntes.
No lo vi más.
Ahora todo es tan aburrido como una mujer que estudia con unas estampitas de santos sobre la mesa, o un chico que se descalza mientras permanece sentado frente al libro, mostrando sus calcetines de rayas de colores increíblemente chillones