Para que no despertar tanta intriga: tengo una anisocoria. Y es que hasta para ponerme mala soy original.
El domingo cuando me percaté reconozco que me alarmé un poco. Es lo que pasa por trabajar en temas de salud y saber de qué van las cosas. Decidí que dejaría pasar el día y ver cómo evolucionaba.
Al ver que mejoraba, pero no desaparecía, decidí consultar con el médico. En este caso, con mi padre, puesto que mi médico de cabecera no tenía cita disponible hasta la semana siguiente. Él consultó con un compañero y le aconsejó que me pusiera en manos del neurólogo. Habló con un neurólogo y éste, por los síntomas, sugirió que me viesen cuanto antes, si podía ser, esa misma mañana.
Cuando así me lo contaba, no pensé en nada bueno. Es como si con esas palabras se confirmara la peor de mis sospechas. "Que la vean esta misma mañana". Cuando te lo dicen así es porque debe ser algo que no se puede dejar pasar.
En ese momento, reconozco, me vine un poco abajo. Me fui al extremo, un tumor cerebral. No sé por qué, tonterías mías, pero desde pequeña siempre imaginé que moriría de un tumor cerebral. Las cosas que se me ocurren...
Y en ese momento, automáticamente, mientras dejaba escapar un par de lagrimillas sin darme cuenta, pensé rápidamente, en unos segundos, en todas las cosas que me quedaban por hacer.
No me he casado, no he tenido hijos, me queda por conocer Japón, China y la India, y Viena, y Ámsterdam, Canadá, y tantísimos otros sitios que deseé y nunca era el momento... No he sido capaz, o no me he atrevido a enfrentarme a ello, de sacarme una plaza fija. Me quedan muchos libros por leer. Y todo el tiempo que pasas con la gente que quieres es poco. Y tengo aun muchos deseos por cumplir, muchas canciones que escuchar, muchas palabras que espero oír.
Aunque sí he visto otros lugares, muchos menos de los que quisiera, mucho más cerca de lo que me gustaría; sí he dicho a mucha gente cuánto la quiero, aunque nunca parezca suficiente y quizás haya alguien a quien me haya quedado por decir; publiqué unos poemas gracias a haber sido seleccionada a través de un concurso hace muchos años (démoslo por bueno como que he publicado un libro), planté un árbol, hice buenos amigos y de vez en cuando me gusta hacerles recordar cuan especiales son para mí con pequeños o grandes detalles. Al fin tengo un piso en propiedad, aunque la propiedad la comparta entre mi compañero y el banco. He vivido intensamente hasta mis rutinas. He reído mucho, y también llorado. Y he hecho muchas cosas de las que he aprendido, he ganado, también perdido, y han llenado ricamente mi bagaje personal. Por eso creo que no puedo arrepentirme de nada, aun siendo consciente de que todo no lo hice bien; al fin y al cabo, soy yo. No está bien arrepentirse de lo que eres, más aun si eso te hace crecer (aunque yo no levante poco más de metro y medio del suelo, todo hay que decirlo...) Quizás, si haya cosa de las que me arrepienta, serían aquellas que nunca llegué a hacer.
Supongo que esta especie de balance es algo así como lo que dicen que "ves pasar la vida por delante de tus ojos"
Alguien a quien tengo un cariño especial me dijo algo así como que podría ser una manera de llamarme la atención para disfrutar de las cosas que tengo. Y creo que así ha sido. Nunca me ha gustado hacer planes a largo plazo, pero sí soy mucho de dejar las cosas para otro momento. El momento, lo que tenemos, es sólo hoy. Y es con lo que debemos contar. Hoy más que nunca soy consciente de ello.
No os asustéis, no es ninguna carta de despedida, a pesar de haberme puesto tan dramática. Sólo quería compartir mi reflexión.
Para tranquilizaros os diré que me atendieron urgentemente y descartaron las posibles causas más graves. Sigo en estudio, pero ya más tranquila, puesto que todo lo que pudiera ser parece que sería un mal menor. A ver qué pasa.
Mientras tanto, mis pupilas me enseñan a ver la vida, nunca mejor dicho, con "puntos de vista diferente" (·_*)
;)
|
Mis pupilitas anisocóricas. Eso sí, esta vez provocado por una medicación controlada para pruebas previas a mi intervención de miopía (2007) |